El cuidado de un familiar con demencia o que ha sufrido un ictus es muy complicado. No solo conlleva un esfuerzo físico, también supone un trabajo mental que casi siempre es duro. Por eso, es frecuente que muchos cuidadores acaben desarrollando un colapso que se conoce como síndrome de sobrecarga del cuidador o "del cuidador quemado".

Conocemos qué es este síndrome del cuidador de la mano de la doctora Nieves Fernández Letamendi, especialista en Geriatría del Hospital Quirónsalud ZaragozaEste enlace se abrirá en una ventana nueva, quien nos indica los signos de alarma y las recomendaciones para tratar de prevenirlo.

Síndrome del cuidador: qué es y sus causas

Se trata de un estado de agotamiento físico, emocional y mental que se desarrolla en las personas dedicadas al cuidado continuado de un familiar. Este síndrome de sobrecarga del cuidador suele detectarse cuando el paciente con demencia o deterioro cognitivo acude acompañado por su cuidador a la consulta.

Hay que tener en cuenta que el cuidador suele ser un familiar, el cónyuge o los hijos, que asumen este papel de atender a la persona enferma. El colapso del cuidador viene motivado por una combinación de situaciones y sentimientos.

Por un lado, se debe realizar un sobreesfuerzo físico y permanente para atender al paciente, que se vuelve cada vez más dependiente y va necesitando más cuidados. Además, se añade una combinación de varios sentimientos, como enfado, frustración, negación, tristeza o ansiedad, y el duelo ambivalente. Esto último significa que el ser querido está físicamente, pero no psicológicamente.

Todo ello supone una combinación perfecta para provocar el síndrome del cuidador.

Riesgos de la sobrecarga del cuidador

Una posible consecuencia es que puede acabar desarrollando un cuadro ansioso depresivo severo, así como repercutir en la supervisión del familiar.

El riesgo del síndrome del cuidador y cómo reconocerlo

Para evitar este colapso del cuidador, se debe prestar atención a las señales de alarma, conocer la enfermedad, contar con apoyo de los demás, salir del aislamiento y trabajar el autocuidado, hablando con amigos, comiendo saludable, realizando ejercicio y practicando técnicas de relajación.

Por todo eso, su detección precoz es fundamental. En la consulta de Geriatría se proporcionan consejos para mantener una relación adecuada con el familiar que sufre demencia y ayudarle a reconocer si está sufriendo esta sobrecarga del cuidador.

Cómo se manifiesta el síndrome del cuidador

Gran parte de los casos aluden una primera sensación de estar sobrepasados, como si no pudieran llegar a todo. Otros signos de alerta relacionados son:

  • Cansancio. Si te encuentras cansado todo el día y, además, experimentas sentimientos de soledad o vacío.
  • Trastornos del sueño.
  • Irritabilidad. Cualquier tema, sobre todo si está relacionado con el cuidado, te hace "saltar" o irritarte; te enfadas, y pierdes la paciencia fácilmente con la persona que estás cuidado.
  • Altos niveles de ansiedad y estrés.
  • Aislamiento. Si dejas tus aficiones, evitas las actividades con otras personas, no muestras interés por nuevas experiencias y sientes que ya no tienes el autocontrol de los sucesos y las elecciones vitales. Esto último, precisamente, puede ayudar a predecir una depresión posterior.
  • Problemas físicos. Si surgen síntomas físicos sin que exista una patología que los justifique o se agravan los efectos de enfermedades previas, sobre todo relacionados con dolor de cabeza o cefaleas, dolores musculoesqueléticos y trastornos gastrointestinales.
  • Sensación de estar solo. Si te sientes abandonado o notas que otros miembros de la familia se mantienen al margen del cuidado de la persona enferma.
  • Culpabilidad. Si te sientes culpable por pensar que no estás cuidando como deberías a tu ser querido, sobre todo si te ves obligado a ingresarlo en un centro.

Si reconoces alguno de estos síntomas, lo más adecuado es consultar con los especialistas, quienes evalúan cada caso e indican las pautas para tratar este síndrome del cuidador.

Consejos para cuidar a una persona mayor con demencia o después de un ictus

De forma general, las 5 pautas básicas que facilitan el cuidado de un familiar con demencia o que ha sufrido un ictus son:

1. Fomentar el autocuidado

Las personas que están al cuidado de una persona mayor con demencia o que ha padecido un ictus deben mantener el autocuidado, ya que es importante que se encuentren bien, y sin sentirse culpables por ello. Si no es así, es casi imposible atender a otra persona de forma continuada sin renunciar.

Otro error es intentar hacerlo todo, pensando que otros lo van a hacer peor. Siempre que sea posible, el cuidado del familiar debe ser compartido con otros miembros de la familia. Con frecuencia vemos que los cuidadores de personas con demencia también son mayores, lo que dificulta la gestión de la sobrecarga de trabajo, y además su generación tiene tan asumida la labor del cuidador que no quieren la ayuda de otras personas. En estos casos, debemos hacerles entender la importancia de que otros familiares u otros cuidadores externos participen en la atención al paciente.

Por lo tanto, el autocuidado comienza por mantenerse activo, caminando o realizando ejercicios de fuerza o equilibrio, fuera de las tareas relacionadas con el cuidado. Si cada día caminamos media hora a buen ritmo por la mañana y por la tarde, y realizamos una tabla de estiramientos, obtendremos efectos muy positivos, como disminuir la probabilidad de sufrir lesiones al mover al paciente, alejar pensamientos negativos y reducir niveles de estrés y ansiedad.

Para llevar a cabo esta actividad física, el cuidador debe contar con el apoyo de otras personas mientras realiza ejercicio. También es vital que logre hacerlo sin sentir culpabilidad, comprendiendo que es un momento para sí mismo, que tiene derecho a ello, y que se lo merece.

De esta manera, el cuidador aprende a identificar y fijar sus límites, así como a pedir ayuda e involucrar a los demás en las tareas relacionadas con el cuidado. Esto ayuda a evitar que el cuidador abandone de forma brusca sin que exista un plan alternativo.

2. Conocer a un sanitario de referencia

El hecho de poder contactar de forma rápida con un profesional sanitario proporciona tranquilidad a las familias, que se sienten acompañadas ante cualquier descompensación en el trastorno de conducta o en la funcionabilidad del paciente. Ante cualquier duda, lo mejor es consultarlo.

Asimismo, en la consulta ofrecemos pautas para manejar situaciones más complejas en las que los pacientes pueden ponerse agresivos, creen que están en otro lugar o evitan comer.

3. Tomarse las cosas con humor

El estado de ánimo se puede transmitir a los pacientes. Por eso, hay que intentar tomarse las cosas con el mejor humor posible, aunque es muy complicado. Esto no significa que los infantilicemos, sino que seamos conscientes de que, aunque sea nuestro familiar el que nos insulta o no nos reconoce, en realidad es el cerebro el que no funciona y no quieren hacernos daño.

Por lo tanto, no va a entender por mucho que lo repitamos y tampoco va a descifrar las ironías. La persona se encuentra físicamente, pero no psíquicamente. Si entendemos esto, nos puede ayudar a llevarlo mejor.

4. Contactar con asociaciones de familiares

Mantenerse en contacto con personas que están pasando por lo mismo puede resultar muy beneficioso. Esto permite compartir vivencias, aprender más y ser consciente de que no estás solo y que lo estás haciendo correctamente.

5. Reconocer los signos de sobrecarga del cuidador

Ante cualquier señal de sobrecarga del cuidador, siempre recomendamos pedir valoración médica.

Etiquetas