Al igual que otros muchos campos de la medicina, la cirugía maxilofacial ha avanzado enormemente con la llegada de la revolución informática. El doctor Luis Javier Arias Gallo, de la Unidad de Cirugía Oral y Maxilofacial del Complejo Hospitalario Ruber Juan BravoEste enlace se abrirá en una ventana nueva, nos comenta que "en los últimos años, el ritmo de los avances se ha acelerado, de forma que las innovaciones han sido más radicales y los resultados para los pacientes, extraordinariamente mejores". A continuación, haremos un repaso de cómo se ha desarrollado la historia de la reconstrucción mandibular en los años recientes.

Años 60 y 70: injertos óseos

La reconstrucción mandibular se basaba en injertos óseos de cadera o costilla, y los resultados dejaban mucho que desear. El problema principal radicaba en que los injertos se nutrían por difusión de los tejidos circundantes, lo que funcionaba cuando se trataba de pequeñas cantidades de tejido, pero para grandes segmentos de hueso en contacto con la cavidad oral, colonizada por bacterias, ya no resultaba adecuado. De hecho, se prefería el uso de placas y tornillos de titanio para puentear el defecto y mantener el resto de la mandíbula en su posición. Pero, una vez más, esto tampoco resolvía el problema ya que por lo general los tornillos se aflojaban y las placas, o se rompían o se movían, y desgarraban la piel o la mucosa de la boca, asomando al exterior.

Años 70 y 80: injertos revascularizados

En estos años la reconstrucción mandibular dio un giro gracias a los injertos revascularizados. El cambio fundamental consistía en que el diseño de estos injertos estaba enfocado a conservar su irrigación sanguínea, es decir, se reconectaban sus arterias y venas a los vasos sanguíneos de la cabeza y el cuello mediante el microscopio quirúrgico. El hueso más empleado era el peroné, cuyos segmentos se unían unos a otros y con el resto de la mandíbula mediante placas y tornillos de osteosíntesis, y su arteria y vena peroneas se suturaban a las venas del cuello por puntos casi invisibles. El resultado era una estructura que desde el primer momento estaba vascularizada, sin infecciones y que cicatrizaba con normalidad.

Finales del siglo XX

A lo largo de estos años los avances fueron mínimos, y consistieron fundamentalmente en los propios progresos de los equipos quirúrgicos y las mejoras en los procesos postoperatorios. Sin embargo, por lo general no se ponían implantes a los pacientes reconstruidos, por la posición poco apropiada del nuevo hueso.

De principios del siglo XXI a nuestros días: la revolución informática

Reconstrucción de mandíbula por diseño 3DReconstrucción de mandíbula por diseño en 3D

Es aquí donde se produce la auténtica revolución de la reconstrucción mandibular, ligada al boom de la informática. Las técnicas de imagen médica en 3D ofrecen información muy precisa y permiten diseñar los procesos de forma rigurosa, de manera que antes de la operación se conoce la forma exacta de la placa de osteosíntesis que será necesaria para adaptarse a todos los contornos. Por tanto, la intervención quirúrgica resulta más sencilla, más corta y con mejor resultado.

Para concluir, el especialista añade: "el camino ha sido largo: en los años 60, los pacientes que perdían el hueso mandibular por traumatismos o por resección de tumores tenían que convivir con una deformidad tan invalidante que muchos no volvían a salir de sus casas el resto de su vida. Ahora estamos consiguiendo algo extraordinario; que los pacientes vuelvan a vivir una vida normal: entrar y salir de casa, ir al cine o a un restaurante… Solo las personas que alguna vez se han visto limitadas esas actividades aparentemente tan sencillas de la vida pueden comprender el avance que eso supone".

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